Gastón Soublette

Mi nombre es Gastón Soublette, tengo 92 años y hace 47 años que soy profesor de esta Pontificia Universidad Católica de Chile, en la Facultad de Filosofía y Estética. He hecho clases en los dos institutos: en el Instituto de Filosofía y en el Instituto de Estética, o sea, he ido juntando materias; la filosofía de oriente, confucianismo y taoísmo para el Instituto de Filosofía, e historia y teoría del arte en estética. Esto último, incluye diversas 
cátedras, pero digamos que en los últimos 20 años de estos 47 años que nombraba; se ha ido poniendo un énfasis especial en la tradición cultural popular chilena e indígena. Con mi compañero Fidel Sepulveda tomamos esa decisión: de introducir algo que era folclore, que era propio de la investigación de los antropólogos, pero que quedaba guardado en libros que ya no se reeditan. Introdujimos todo eso en la educación superior, con un éxito tremendo, ¡porque si hay cátedra que los alumnos aman es todo a lo que se refiere a la tradición popular chilena! Sabiduría, refranes y cuentos. Eso es lo que yo he hecho, y en los tiempos que describe este libro, “La Montaña. Epopeya de Autor” de Julio-César Ibarra, yo hacía clases en los dos institutos, por lo tanto, tenía un mensaje de filosofía oriental que era muy esclarecedor en esa época. 
Saber lo que sabios distintos a los griegos, como los chinos, pensaron en el siglo sexto antes de Cristo. Siempre en la mentalidad china estuvo claro esto: el fundamento del orden es el pueblo, en cualquier circunstancia, no es el estado, no es la economía, no son los emprendimientos. La razón de ser, de ser del orden. Repito: la razón de ser del orden es el pueblo, eso era algo muy sano que no está muy claro en la filosofía griega ni alemana tampoco, pero sí en la filosofía China. Entonces yo entiendo que todos mis alumnos que salían de esa cátedra, lo hacían con una argumentación suplementaria para su posición frente a la tragedia que Chile estaba viviendo en ese minuto en la dictadura militar. Les ayudó esta ideología nueva del taoísmo y confusionismo. Les ayudo a enriquecer su visión de cual debe ser la dinámica social, porque en ese sentido cualquier ideología occidental incluso el marxismo, que es la mejor construida de todas, tenía algo deficitario todavía. Le faltaba, por ejemplo, agregar una espiritualidad:  desarrollo interior de la persona para ser cada vez mejor persona desde el punto de vista de la sabiduría y la ética. Eso sería, digamos, el fruto que sacaron mis alumnos de mi curso de filosofía oriental en aquellos tiempos, lo que ayudo mucho a la causa de la resistencia. Nuestra democracia se quebró, triunfó la fuerza, triunfó la lógica de los negocios, triunfaron los Chicago Boys, el pensamiento económico, con la maquinaria militar como base, eso yo creo que envenenó el alma nacional, de una manera que todavía no nos limpiamos de lo que ocurrió. Eso, dividió este Campus, donde todavía estaban la mayoría de las facultades. Este Campus Oriente era muy poblado: entre ellos teníamos derecho y derecho era muy partidaria del dictador, yo diría que en esos tiempos de aquí salió la base tanto económica como jurídica, para apoyar a la dictadura. Piensen ustedes que aquí circulaba, en estos corredores, Jaime Guzmán, que hizo la Constitución para el dictador. Imagínense que al mismo tiempo está aquí: arte, letras, filosofía, historia y geografía. Vivíamos en un ambiente de choque ideológico y físico también muy fuerte, tanto alumnos con alumnos como profesores con profesores.

Los servicios de seguridad eran muy eficaces en sus búsquedas. Hubo alumnos que no volvieron nunca más a su casa. Hubo profesores que nunca más se supo de ellos. Yo fui testigo, en el patio grande, cuando un alumno del MIR, que estaba tomando un café, era observado por un individuo que nadie conocía, que lo observaba de lejos. Entonces cuando este muchacho se dio cuenta que lo estaban observando salió corriendo por el pasillo y este individuo salió detrás y desenfundó delante de nosotros su revólver y le disparó por el corredor en presencia de todos nosotros. Afortunadamente las balas se incrustaron en la ventana pero de todas maneras lo llevaron preso y ese individuo no llegó nunca más a su casa. Nunca más se supo de él y eso lo vimos con nuestros propios ojos. Se imaginan que en una Universidad, que un hombre, sicario, de los servicios de seguridad, venga a disparar al patio para matar a un alumno, cuando con eso puedo matar a dos o tres más. Ahí el Rector delegado intervino eficazmente y fue a protestarle a Pinochet. Que no le aguantaba una cosa así, esto es una Universidad y no un campo de exterminio. Esto lo cuento para que entiendan el ambiente que se vivía permanentemente. Las fuerza especiales de Carabineros todos los días estaban acá al frente en esta calle, en la esquina observando lo que hacíamos y disparaban bombas lacrimógenas cuando se reunía mucha gente. Hasta que entraron, pero eso es motivo de más adelante. Esto te describe el ambiente en que vivíamos, cuantos profesores eran partidarios del dictador y el dictador no podía contar con los más capaces, ósea, los más mediocres se ponían al servicio de él. Uno de ellos que era un profesorcito de historia, que llegó a ser Ministro de educación por un momento. Al más mediocre de los profesores de derecho lo nombraron Decano de Derecho, entonces ese es el punto.

Yo dividiría la resistencia  a las fuerzas especiales o a los partidarios de la dictadura. Tenía dos etapas: en una etapa era con los Carabineros, que se nos venían encima. En ese entonces fuimos a hablar con el coronel don Ricardo Espinoza, que es una buena persona. Le dijimos: “El Almirante Swett ha puesto una reja y me parece una medida acertada”, le dije. “Esto divide el Campus. Entonces de la reja para adentro ustedes no tienen porqué hacernos nada, ni intervenir, tirarnos bombas lacrimógenas o tratar de entrar. Lo que hagamos en nuestra casa mientras no salgamos a la calle, porque usted es dueño de la calle, mientras estemos dentro de nuestra casa no tienen porqué intervenir”. Y lo aceptó, como tesis. Pero nos miraban desde afuera y aquí podía pasar cualquier cosa: marchas, gritos, bailes Mapuches todo; carteles, poemas, encuentros, de todo. Esa segunda etapa fue resistida ya no por las fuerzas especiales si no por los matones que venían del Campus San Joaquín, sobre todo, de Ingeniería. Entonces empezaron las batallas campales entre alumnos. En esa etapa, de pronto, yo me encontré en un corredor, con un joven, que venía con una cara muy preocupado y me paró y me dijo: “Profesor ¿Usted se ha imaginado en qué mundo estamos viviendo?” Frase que me marcó y que yo todavía sigo repitiendo “¿Te has dado cuenta en que mundo estamos viviendo?” Le digo incluso a mis alumnos hoy. Bueno, esa fue la primera frase con la que se presentó Julio-César Ibarra frente a mí. Ahí nos conocimos y parece que nos caímos bien mutuamente y empezamos a encontrarnos en estas batallas campales.

Bueno, ahí arriesgamos todo. Porque yo arriesgaba que me echaran, porque venían los de Ingeniería y se armaban peleas serias, habían heridos, yo no sé cómo no nos matamos. En ese momento viene la toma del Instituto de Filosofía que fue como un momento cumbre de toda esta resistencia. Quiero recordar que nosotros formamos una comisión llamada “Comisión Mediadora”, entre las fuerzas especiales, los alumnos que venían de extrema derecha a pelear aquí y la gente que hacía resistencia. Una comisión mediadora de dos entes básicamente: éramos como 5 o 6. Había gente de Letras, de Estética, de Filosofía y Teología, e interveníamos en cualquier conflicto que hubiera, para solucionarlo de la manera Gandhiana: Van a conversar delante de nosotros pero pacíficamente: ¿Porque tú haces esto? Entonces a veces ante una pregunta así, el gallo no se atrevía a contestar, porque para él había que venir acá a patear a la gente pero si tú le preguntas así como hombre: “¿Qué sentido tiene para ti venir a hacer lo que estás haciendo?” El gallo de repente se turba y no sabe qué contestar. Entonces de esa manera desarmábamos muchas posibles peleas que no se realizaban, eso había que aclararlo. Hubo expulsión de alumnos y eso no se toleró y de diversas unidades académicas se juntaron para este ayuno pero antes hubo una toma, entonces afortunadamente esa toma coincidió con una orden que dieron de la Casa Central de entrar. Por primera vez las fuerzas especiales de Carabineros violaban la autonomía universitaria y de eso el Coronel estaba bien consiente que le tocó violar la autonomía universitaria de la Universidad Católica cosa que a él no le gustaba para nada. El hombre, el Coronel, pidió ayuda a la Comisión Mediadora y le dijimos: “Yo sé Coronel el problema que tiene usted, a usted le toca por primera vez violar la autonomía universitaria, nosotros lo podemos ayudar” – y ¿Como me pueden ayudar?, dijo el Coronel.

 “Hagamos una cosa, que su gente no entre a sacar a la fuerza a la gente que se tomó filosofía. Que no lo haga, porque eso va a ser una mancha muy grande para usted. Haga una cosa: entre usted sólo, y hábleles”. Él acepto todo lo que dijimos. Entró el hombre y dijo: “Yo fui alumno de esta Universidad y tengo la orden de sacarlos a ustedes de aquí, cosa que yo no quiero hacer. Lo que yo quiero es que ustedes lo piensen bien, mis hombres están afuera, hay muchos alumnos vigilando por lo que pueda pasar. Yo quiero evitar que haya aquí un enfrentamiento que seria fatal. Entonces quiero que piensen bien en cuáles de ustedes decidieron quedarse en la toma y cuáles decidieron desistir de la toma”, y eso fue y nos dejó como veinte minutos pensando. Entró de nuevo y salieron la mitad pero la otra mitad se tuvo que quedar, entonces les dijo: “Yo les pido que por su propia voluntad, se paren y vayan al bus que los está esperando y lo que vamos a hacer es solamente inscribirlos y verificar el domicilio, eso es todo, esperando yo nuevas ordenes. Ustedes van a quedar libres después de firmar, quedar anotados y verificado su domicilio. Efectivamente fue así pero como yo los acompañé a estos cabros al bus y les di un abrazo a cada uno cuando entraban los Carabineros vieron eso y sacaron una conclusión: Este profesor es el que maneja toda la resistencia aquí. Por eso trataron de matarme y les voy a contar cómo. Hubo una pelotera del patio a la calle y un Carabinero me disparó con una carabina y yo sentí la bala en la cabeza que luego se incrustó con la muralla y todos fueron testigos de eso, o sea, trataron de matarme porque ellos pensaron que yo era el que manejaba todo esto. Fue muy grave todo esto. Entonces yo fui a hablar con el Coronel y le conté que me habían intentado matar. Él, entonces me dijo: “Mire, yo prefiero que eso lo hable directamente con el Mayor”. Le conté, que me dispararon, que me rozó la bala la cabeza y por milímetros no estoy muerto y todos los vieron: “¿Qué podemos hacer?” y me dijo: “Esto que le sucedió a usted, no puede volverse a repetir”. Es lo que me parece más razonable, le dije yo. Ellos se imaginaban que yo era quien manejaba todo esto pero no, yo por humanidad, por amistad, los acompañe al bus y les di un abrazo a cada uno de ellos porque a mi no me gusta esta dictadura. Yo estoy con ellos, yo estoy pacíficamente y trato de solucionar con la no violencia todo posible enfrentamiento. Bueno, ahí quedo la cosa. Quedo bien. No dispararon más con carabinas eso era muy grave. Con carabina pueden matar a cualquiera, pueden matar hasta al rector de repente.

La huelga de hambre se constituyó más o menos por unas 6 personas. Los padres aconsejaron a muchos alumnos a no seguir. Ellos pensaban que nada era tan grave para dar la vida y que es mejor que estén vivos para dar la pelea, pero algunos decidieron llevar la huelga de hambre hasta las ultimas consecuencias si esto no se arreglaba. Si no reintegraban a los alumnos expulsados. Lo de la huelga de hambre tuvo varias etapas. Fueron visitados una gran cantidad de políticos, entre ellos, mi cuñado Gabriel Valdés, que vino a hablarles. No le creyeron nada a nadie esa es la impresión que yo tengo incluso me dijeron: “Tu cuñado es un pedante de mierda”. Me parece un poco fuerte. Ellos estaban muy sorprendidos, imposibilitados de razonar lo que estaba pasando. Un político normal ante una huelga de hambre hasta las ultimas consecuencias no sabe qué decir. No sabe cómo aconsejar a los muchachos o en otras palabras no sabe como sacarle dividendo político a la cosa. Nunca se sabe. Esto tenía paralizado mentalmente a todo el país. El país no estaba acostumbrado a una cosa así. Solo en la India ocurrió eso con Ghandi. Mis sentimientos, porque yo conocía mucho de ellos, me había hecho muy amigo de Julio, me había hecho amigo de Edgardo Busquets. Ir a visitarlos, dialogar con ellos, no forzar mucho la cosa, porque en apariencia la decisión era absoluta. Julio- César Ibarra, me decía: “Yo no quiero seguir viviendo en un país así. Este estado de cosas no es para mí. Yo prefiero irme.  Hasta el momento en que fueron trasladados a una posta y empezaron las despedidas de la vida, ese fue el momento en que la cuerda se puso cada vez más tensa, ¿Qué hacemos? Porque todavía no podemos doblegar su voluntad. Los padres dijeron cosas impresionantes como lo que dice el padre de Julio-César Ibarra, En caso de que Julio se vaya, definitivamente es tremendamente emocionante, a mí me arranco lágrima cuando lo leí, porque me recordó lo que había pasado con ellos también. Era un misterio para mí una persona que quiere morir, que quiere entregar su vida en esas circunstancias, yo prefiero vivir para seguir la pelea, pero bueno, eso es razonamiento, es caldo de cabeza, lo que está pasando dentro de esa persona es un misterio. Entonces, llegó el momento en que Julio me dijo: “Gastón esta es la ultima visita que me haces, ya me despedí de mi padre, mi madre y también me voy a despedir de ti así que yo ya tomé esta decisión. Esto no vuelve atrás”. Entonces, yo salí llorando de ahí y Edgardo Busquets me vio y se acercó, Me dio un gran abrazo por mucho rato y le dije: “¿Qué hacemos Edgardo?“. “Bueno, yo también he decidido lo mismo” me dijo él. 
Yo llegue aquí al Campus y me paré en uno de los bancos de ahí. Piensa que en ese tiempo estaban todas las facultades aquí, estaba lleno de gente, lleno de partidarios y de contrarios y yo me paré ahí arriesgando que me echaran. Dije: “La única manera de salvar a estos muchachos es que nosotros tomemos el ayuno a nuestra cuenta por lo menos 120 personas. A ver que hagan una lista”. Sobre todo las alumnas firmaban papeles y justamente llegamos a 120 o un poco más, ellos tenían que creernos que no era simplemente un subterfugio y me entregaron la lista y yo fui donde Edgard. Le dije, bueno Edgardo me dijiste que tenías que conversar con mis alumnos. “¿Qué decidieron?”
Bueno yo ahí me deshice de nuevo, me deshice de nuevo, todavía me afecta y todavía me deshago cuando me acuerdo de ese momento. Yo los vi libres en un acto por la vida, que autorizó el Arzobispado de Santiago. Nos entregaron la Plaza de Armas y la Catedral y ahí no podía intervenir ningún policía, hasta más o menos las 10 de la noche. Ahí se armó la tremenda fiesta. Yo llevé la Trutruca que está ahora en el museo de aquí. Yo la tocaba en todas las manifestaciones en la calle, una Trutruca que suena re-contra fuerte. 
Bueno, ahí fue una catarsis tremenda de mucha gente. Hacía mucho tiempo que no pasaba algo así. Podía pasar en el Parque OHiggins pero no en la plaza más importante de la ciudad y frente a la Catedral todavía y ahí ellos hablaron. Ellos estaban libres ya. Hablaron y ahí los vi libres y fue muy emocionante lo que dijeron. “Esta hora es terrible”, me acuerdo. Esta frase de alguno de ellos fue el punto culmine de la historia del Campus Oriente o de la historia de la resistencia en el Campus Oriente contra la dictadura porque ahí estuvo en juego la vida de 6 alumnos. Hay entre ellos un personaje llamado Julio-César Ibarra.
Yo te diría que el libro es una respuesta que Julio-César Ibarra se ha dado a si mismo, porque el se hace una pregunta en un momento en este libro muy determinante y la respuesta es como un hachazo al centro de todo una existencia, ¿Que hemos ganado haciendo la guerra? En esa época él no se la podía responder. Edgardo Busquets al no poder responder esa pregunta, prefirió morir. Tan grave es esa pregunta, porque si bien el dictador se fue, caímos en una democracia que es una dictadura económica disimulada nada más, y cesó la tensión, cesó el estimulo. Todos sentimos el vacío que vino después. Entonces Julio-César se hace esa pregunta y él se la ha venido a responder ahora. ¿Qué es lo valioso de este libro? A parte que literariamente tiene mucho valor, es muy buena poesía, como testimonio de lo vivido. Por eso es tan importante. Es una poesía que se imbrica muy bien con lo vivido. Es una poesía vivida en el fondo. La respuesta es esta: “dar testimonio de lo vivido” no solo un libro donde la gente pueda admirar el talento poético de determinado escrito. Yo encuentro que hay muchos poetas chilenos excelentes en la que su poesía es parte de su talento. Pero esta es una una poesía vivida. En eso participa un poco la poesía de Violeta Parra, la poesía de Violeta es una poesía vivida. Sus testimonios son de hechos vividos realmente, entonces “¿Cuál es la riqueza de este libro?” Esta muy bien puesto el nombre “Epopeya de autor” fue un acierto ese subtitulo. Porque una epopeya, que es como un gran poema épico fundador de una cultura de los pueblos, involucra a todo el pueblo. No es la poesía lírica de los sentimientos de un solo hombre o la visión del mundo de un solo hombre, sino que en ella están presentes los avatares vividos por un pueblo entero, entonces, en eso participa en el genero“Epopeya”. Pero él tiene la honradez de decir que es una “epopeya de autor” lo cual en la realidad no era así. No sabemos quién escribió las grande epopeyas anteriores a los escritores conocidos de Grecia, por ejemplo. Anteriores a Homero, quien escribió el poema de la gran epopeya de Mesopotamia. Nunca sabremos eso. Es lo propio de una epopeya, pero él le agrega honestamente: “Epopeya de Autor”. Yo le dije: eso es más honesto que lo que hace Neruda en el Canto General, que pretende hacer poesía épica con su lámpara en la tierra, con su altura de Machu Pichu, con la conquista pero no pone al lado “Epopeya de Autor”. Obviamente es el estilo de él, es la poesía de él, pero él no ha vivido eso al punto de exponer su vida. Eso por una parte y por otra hay aquí un auto-retrato permanente de él, no se imaginen si yo soy “así o asá”. Yo les voy a decir como soy: Soy una mezcla de luz y sombra. Así me hizo Dios. Yo no le puedo reprochar porque él me hizo así y así voy a tener que aceptarme. La honradez con que él reconoce el lado oscuro de su vida y a la vez cierta gratitud a Dios. Yo me acuerdo haber conocido a un escritor español, que estaba escribiendo un libro que se llamaba: “Nuevas recetas para la santidad”. Entonces comparábamos a los santos colonizados por la iglesia que eran todos místicos en el fondo con lo que es un Gandhi que no es lo mismo. Yo ponía como ejemplo cuando conversaba esto con mis alumnos a Juan Pablo Borrego que ganó el premio Nobel de Medio Ambiente, que es un hombre extremadamente talentoso, que es sociólogo y antropólogo que podría haber hecho un gran capital, pero no, el sigue combatiendo la maquinaria del capitalismo moderno que esta destruyendo el mundo. Se podría haber hecho rico el hombre, entonces yo digo bueno eso también es una forma de santidad. Ese mismo criterio yo lo aplicaría acá. La honradez con que Julio-César Ibarra reconoce el lado oscuro de su vida y agradece del lado luminoso de su vida es también una forma de santidad moderna y que no va a ceder. Bueno si hay algo que sabemos que no va a ocurrir es que Julio-César Ibarra nunca va a ceder. Él será un combatiente hasta la muerte.

Agradecimientos:

Diseño y edición: Eugenia Prado Bassi.
Fotografías Campus Oriente: Juan Carlos Cáceres.
Registro  periodístico Huelga de Hambre UC 1984: Alex Palacios.

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