Gastón Soublette
Los servicios de seguridad eran muy eficaces en sus búsquedas. Hubo alumnos que no volvieron nunca más a su casa. Hubo profesores que nunca más se supo de ellos. Yo fui testigo, en el patio grande, cuando un alumno del MIR, que estaba tomando un café, era observado por un individuo que nadie conocía, que lo observaba de lejos. Entonces cuando este muchacho se dio cuenta que lo estaban observando salió corriendo por el pasillo y este individuo salió detrás y desenfundó delante de nosotros su revólver y le disparó por el corredor en presencia de todos nosotros. Afortunadamente las balas se incrustaron en la ventana pero de todas maneras lo llevaron preso y ese individuo no llegó nunca más a su casa. Nunca más se supo de él y eso lo vimos con nuestros propios ojos. Se imaginan que en una Universidad, que un hombre, sicario, de los servicios de seguridad, venga a disparar al patio para matar a un alumno, cuando con eso puedo matar a dos o tres más. Ahí el Rector delegado intervino eficazmente y fue a protestarle a Pinochet. Que no le aguantaba una cosa así, esto es una Universidad y no un campo de exterminio. Esto lo cuento para que entiendan el ambiente que se vivía permanentemente. Las fuerza especiales de Carabineros todos los días estaban acá al frente en esta calle, en la esquina observando lo que hacíamos y disparaban bombas lacrimógenas cuando se reunía mucha gente. Hasta que entraron, pero eso es motivo de más adelante. Esto te describe el ambiente en que vivíamos, cuantos profesores eran partidarios del dictador y el dictador no podía contar con los más capaces, ósea, los más mediocres se ponían al servicio de él. Uno de ellos que era un profesorcito de historia, que llegó a ser Ministro de educación por un momento. Al más mediocre de los profesores de derecho lo nombraron Decano de Derecho, entonces ese es el punto.
Yo dividiría la resistencia a las fuerzas especiales o a los partidarios de la dictadura. Tenía dos etapas: en una etapa era con los Carabineros, que se nos venían encima. En ese entonces fuimos a hablar con el coronel don Ricardo Espinoza, que es una buena persona. Le dijimos: “El Almirante Swett ha puesto una reja y me parece una medida acertada”, le dije. “Esto divide el Campus. Entonces de la reja para adentro ustedes no tienen porqué hacernos nada, ni intervenir, tirarnos bombas lacrimógenas o tratar de entrar. Lo que hagamos en nuestra casa mientras no salgamos a la calle, porque usted es dueño de la calle, mientras estemos dentro de nuestra casa no tienen porqué intervenir”. Y lo aceptó, como tesis. Pero nos miraban desde afuera y aquí podía pasar cualquier cosa: marchas, gritos, bailes Mapuches todo; carteles, poemas, encuentros, de todo. Esa segunda etapa fue resistida ya no por las fuerzas especiales si no por los matones que venían del Campus San Joaquín, sobre todo, de Ingeniería. Entonces empezaron las batallas campales entre alumnos. En esa etapa, de pronto, yo me encontré en un corredor, con un joven, que venía con una cara muy preocupado y me paró y me dijo: “Profesor ¿Usted se ha imaginado en qué mundo estamos viviendo?” Frase que me marcó y que yo todavía sigo repitiendo “¿Te has dado cuenta en que mundo estamos viviendo?” Le digo incluso a mis alumnos hoy. Bueno, esa fue la primera frase con la que se presentó Julio-César Ibarra frente a mí. Ahí nos conocimos y parece que nos caímos bien mutuamente y empezamos a encontrarnos en estas batallas campales.
Bueno, ahí arriesgamos todo. Porque yo arriesgaba que me echaran, porque venían los de Ingeniería y se armaban peleas serias, habían heridos, yo no sé cómo no nos matamos. En ese momento viene la toma del Instituto de Filosofía que fue como un momento cumbre de toda esta resistencia. Quiero recordar que nosotros formamos una comisión llamada “Comisión Mediadora”, entre las fuerzas especiales, los alumnos que venían de extrema derecha a pelear aquí y la gente que hacía resistencia. Una comisión mediadora de dos entes básicamente: éramos como 5 o 6. Había gente de Letras, de Estética, de Filosofía y Teología, e interveníamos en cualquier conflicto que hubiera, para solucionarlo de la manera Gandhiana: Van a conversar delante de nosotros pero pacíficamente: ¿Porque tú haces esto? Entonces a veces ante una pregunta así, el gallo no se atrevía a contestar, porque para él había que venir acá a patear a la gente pero si tú le preguntas así como hombre: “¿Qué sentido tiene para ti venir a hacer lo que estás haciendo?” El gallo de repente se turba y no sabe qué contestar. Entonces de esa manera desarmábamos muchas posibles peleas que no se realizaban, eso había que aclararlo. Hubo expulsión de alumnos y eso no se toleró y de diversas unidades académicas se juntaron para este ayuno pero antes hubo una toma, entonces afortunadamente esa toma coincidió con una orden que dieron de la Casa Central de entrar. Por primera vez las fuerzas especiales de Carabineros violaban la autonomía universitaria y de eso el Coronel estaba bien consiente que le tocó violar la autonomía universitaria de la Universidad Católica cosa que a él no le gustaba para nada. El hombre, el Coronel, pidió ayuda a la Comisión Mediadora y le dijimos: “Yo sé Coronel el problema que tiene usted, a usted le toca por primera vez violar la autonomía universitaria, nosotros lo podemos ayudar” – y ¿Como me pueden ayudar?, dijo el Coronel.
“Hagamos una cosa, que su gente no entre a sacar a la fuerza a la gente que se tomó filosofía. Que no lo haga, porque eso va a ser una mancha muy grande para usted. Haga una cosa: entre usted sólo, y hábleles”. Él acepto todo lo que dijimos. Entró el hombre y dijo: “Yo fui alumno de esta Universidad y tengo la orden de sacarlos a ustedes de aquí, cosa que yo no quiero hacer. Lo que yo quiero es que ustedes lo piensen bien, mis hombres están afuera, hay muchos alumnos vigilando por lo que pueda pasar. Yo quiero evitar que haya aquí un enfrentamiento que seria fatal. Entonces quiero que piensen bien en cuáles de ustedes decidieron quedarse en la toma y cuáles decidieron desistir de la toma”, y eso fue y nos dejó como veinte minutos pensando. Entró de nuevo y salieron la mitad pero la otra mitad se tuvo que quedar, entonces les dijo: “Yo les pido que por su propia voluntad, se paren y vayan al bus que los está esperando y lo que vamos a hacer es solamente inscribirlos y verificar el domicilio, eso es todo, esperando yo nuevas ordenes. Ustedes van a quedar libres después de firmar, quedar anotados y verificado su domicilio. Efectivamente fue así pero como yo los acompañé a estos cabros al bus y les di un abrazo a cada uno cuando entraban los Carabineros vieron eso y sacaron una conclusión: Este profesor es el que maneja toda la resistencia aquí. Por eso trataron de matarme y les voy a contar cómo. Hubo una pelotera del patio a la calle y un Carabinero me disparó con una carabina y yo sentí la bala en la cabeza que luego se incrustó con la muralla y todos fueron testigos de eso, o sea, trataron de matarme porque ellos pensaron que yo era el que manejaba todo esto. Fue muy grave todo esto. Entonces yo fui a hablar con el Coronel y le conté que me habían intentado matar. Él, entonces me dijo: “Mire, yo prefiero que eso lo hable directamente con el Mayor”. Le conté, que me dispararon, que me rozó la bala la cabeza y por milímetros no estoy muerto y todos los vieron: “¿Qué podemos hacer?” y me dijo: “Esto que le sucedió a usted, no puede volverse a repetir”. Es lo que me parece más razonable, le dije yo. Ellos se imaginaban que yo era quien manejaba todo esto pero no, yo por humanidad, por amistad, los acompañe al bus y les di un abrazo a cada uno de ellos porque a mi no me gusta esta dictadura. Yo estoy con ellos, yo estoy pacíficamente y trato de solucionar con la no violencia todo posible enfrentamiento. Bueno, ahí quedo la cosa. Quedo bien. No dispararon más con carabinas eso era muy grave. Con carabina pueden matar a cualquiera, pueden matar hasta al rector de repente.
Agradecimientos:
Diseño y edición: Eugenia Prado Bassi.
Fotografías Campus Oriente: Juan Carlos Cáceres.
Registro periodístico Huelga de Hambre UC 1984: Alex Palacios.
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